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La lucha por el derecho al Agua en la Costa Sur: “Agua es vida, no mercancía”

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El 22 de marzo, con motivo del Día Mundial del Agua, viajamos a la Costa Sur y visitamos varias comunidades que son parte del Consejo de Comunidades de Retalhuleu (CCR), organización que acompañamos desde hace cinco años. El objetivo de este viaje fue conocer de primera mano las problemáticas que enfrentan dichas comunidades con respecto al agua, derecho por el que están organizadas y por el que luchan. Presenciamos realidades duras e indignantes y recibimos testimonios detallados que claman por la necesidad de poner en marcha medidas urgentes que alivien el sufrimiento de estas familias y comunidades.

Mientras en Mazatenango ese día cientos de personas participaban en la manifestación por el derecho al agua, en la colonia 20 de Octubre, a diez minutos de Champerico, la vecindad se reunió con sus hijas, hijos, nietas y nietos para, de manera lúdica, sensibilizarlos sobre la importancia del agua, imprescindible para la vida de todas las especies. “Sin agua no hay vida” y “Agua es vida, no mercancía” son sus lemas.

Reselda Mejía, integrante del CCR, nos comparte que su lucha no es por su generación, sino por las nuevas generaciones: “queremos que nuestros niños conozcan nuestra lucha y participen en defender nuestros derechos, porque esta es una lucha que no va a terminar conmigo, que tiene que seguir… defender los ríos, la naturaleza y a nuestra gente trabajadora que ha sido acallada”. Por eso les explican a niños y niñas “que tienen derechos: a la salud, a la educación, a comer, a jugar, a recrearse, a tener un ambiente sano”. Derechos de los que se les está privando, como pudimos comprobar en nuestra visita a cinco comunidades de la región a las que fuimos acompañadas por Reselda y donde sus representantes hablaron con nosotras sobre sus condiciones de vida, especialmente sobre cómo les está afectando la falta de acceso al agua.

“Si no trabajo, no como”

En la colonia 20 de Octubre nos encontramos con Adán de León. Este vecino septuagenario, acababa de subir de un pozo que él mismo está esxavando al otro lado de la carretera y se acercó a saludarnos, pues le conocíamos de anteriores visitas. Le preguntamos si no es demasiado mayor para excavar pozos de agua, a lo que nos respondió que de algo tiene que vivir, pues no recibe ningún tipo de ayuda. A pesar de su avanzada edad, no tiene ingresos: “si no trabajo, no como”. Cuenta que la pobreza en la colonia es muy grande, no hay fuentes de trabajo, los jóvenes y padres de familia han migrado, y la niñez sufre desnutrición. Ya no hay tierras para sembrar, y sembrar maíz en un terreno alquilado no sale a cuenta, pues el costo de arrendar el terreno y comprar semillas y fertilizantes sale tan caro que no se puede compensar con el ingreso de la siembra. Además, la falta de lluvia, la escasez de otras fuentes de agua y los eventuales eventos climáticos, son riesgos extras que se suman a lo ya mencionado.

Adán llegó hace 30 años a la comunidad porque había agua. Había ríos y esteros que eran la fuente del alimento diario. Pero con la llegada de las empresas cañeras empezó la deforestación. “Cuando vi como talaron árbol a árbol les dije que eso iba a ser una gran catástrofe para Champerico y así fue, así es ahora”. Luego “tiraron sus fumigaciones por el aire y eso cayó sobre los esteros y se murieron los camarones y los peces, ya no hay pesca. La contaminación es gravísima, afecta a la salud de niños y niñas, pero eso no les importa. Luchamos pero no logramos quitar la caña”.

Adán explica que el agua ya no llega a la colonia 20 de Octubre, que casi ya no llueve. Menos mal que desde hace seis años “tenemos un tanque de agua para la colonia y agua potable en las casas, pero lo que no construyeron fueron drenajes, así que el agua sucia queda estancada en las calles y eso causa gran contaminación. En la calle donde está el desagüe ahora se abrió una carnicería. Imagínate, vienen los moscos y toman del agua y luego se posan en la carne”. A cada autoridad estatal, a cada administración nueva, les “presentamos el problema, pero no encontramos respuesta.” Sin embargo, Adán no pierde la esperanza de que algún día encontrarán un proyecto que financie la instalación de un sistema de drenajes para su colonia, “si no todos acabaremos enfermos”. “Tenemos que seguir luchando por las siguientes generaciones, pues nuestros hijos y nietos no podrán vivir si aquí no hay agua o solo hay agua contaminada”.

“Queremos que el río corra normal”

Un vecino del municipio La Blanca, San Marcos, donde actualmente viven 85 personas, nos comparte: “Nosotros todavía no formamos parte del CCR pero queremos, pues tenemos un gran problema con el agua. Los ríos ya no van a donde solían porque están tapados o cerrados. Motores halan el río a otros lugares para regar plantaciones de palma y banano. Por eso sufrimos con el río”. Él es pescador y agricultor y ambas profesiones están siendo afectadas por la escasez de agua causada por las agroindustrias. El desvío de los ríos les deja “agua empozada de color óxido que ya no corre y donde ya no hay pescados”. La producción agrícola se ha dificultado porque “arrendamos terreno para sembrar, pero las semillas están muy caras, e igual el fertilizante. Vivimos del maíz, ya no tenemos otras clases de siembra, porque las fumigaciones de las plantaciones con los aviones contaminan el aire y el agua. Por eso ya no sembramos tomate, chile, sandía ni pepino. Además, han bajado los pozos de agua. Así que ya no trae cuenta. Ya hace mucho tiempo que los ricos nos estorban a nosotros los agricultores.” Lo que se ve en la comunidad son “niños con problemas de salud por la contaminación del agua, que las siembras ya no se desarrollan y muchos ancianos y madres solteras que no tienen que comer”.

Las empresas cañeras tienen gran responsabilidad en esta situación, pues en noviembre inicia la zafra, “abren el fuego, se calienta el ambiente y se seca el agua”. El transporte de sus productos en camiones grandes arruina las carreteras y “somos nosotros los campesinos quienes las arreglamos”.

Han buscado caminos de diálogo con los dueños de las empresas, pero no quieren “hablar con el representante sino con el rico”, para encontrar soluciones. Por el momento no han tenido éxito. “Mucha gente se deja comprar por una bolsa de frijoles que nos regalan. Pero no queremos regalos de los impuestos que ya pagamos, queremos apoyo para que podamos trabajar nuestra tierra”.

“Se nos mueren los peces”

En la aldea Barrio El Palmo de Champerico nos encontramos con un grupo de pescadores que se lamentan de que ya no pueden ejercer su profesión por la escasez y contaminación del agua. Daniel Santos Ambrosio Pérez de 55 años nos explica: “Nosotros pescamos con atarraya, con el agua al pecho, al ombligo, a la rodilla. Y a veces andamos en cayucos por las partes más hondas. En los esteros o lagunas crecen los peces que después salen al mar. En el tiempo de verano sufrimos porque los esteros bajan su profundidad, ya que se cierran los ríos y el mar ya no le mete agua, pues estamos a 10 metros bajo el nivel del mar. Así que esperamos la lluvia para que los ríos vengan y nos mantengan las lagunas y los esteros y así crezcan los peces”.

Juan Luis Baten García agrega que los problemas con esta sequía empezaron cuando “vino la cañera. Porque vienen con su motor a jalarse el agua de los ríos, así que los ríos ya no alimentan a los esteros”. En el verano los esteros “se quedan a solo medio metro de profundidad y se ponen calientes con el sol, así que los peces mueren, las larvas se mueren porque ya no hay humedad para que vivan, y el camarón se muere con el químico que le cae” cuando la cañera fumiga sus plantaciones.

Daniel insiste a las empresas para que no les tapen los ríos, “para que el agua llegue a su destino y que no se sequen los esteros. Antes solíamos pescar diferentes especies como camarón, peces, cangrejos, moluscos, abulones, almejas que crecen en las raíces del mangle. Pero en el verano ya no corre el agua porque las plantaciones tapan y bombean el agua para sus siembras. Nosotros necesitamos agarrar los peces para vender y con esta venta comprar el frijol y el arroz para que nuestras familias puedan sobrevivir”.

Juan Luis de 63 años, cuenta que cuando tenía 18 años y venía al puerto a pescar se llevaba u quintal de pescado que vendía en el mercado. Sin embargo “ahora ya no, ahora están las empresas y ya no nos dejan pescar y acá no hay otras fuentes de trabajo, únicamente la pesca”. La contaminación de los esteros es otro problema, porque hay empresas de pesca industrial que usan insecticidas y llevan sus desagües a las lagunas y esteros naturales donde se crean plagas de una larva (piojo de mar) que come el pescado. Juan Luis lamenta que el gobierno no supervise a las empresas para que cumplan con sus obligaciones y con la ley y que no quiten a la población oportunidades de trabajo y alimentación. Por eso no le sorprende que en Champerico haya “mucho ladrón y criminales, porque no hay fuentes de ingreso”.

También trabajan la tierra pero “ahora cuesta que llueva”. Daniel recuerda que sembraban “el 10 de mayo y en agosto ya había maíz; sembramos ajonjolí y en noviembre ya había ajonjolí; ahora ya no. Mi papá me decía que el 12 de julio iniciaba la canícula y terminaba el 12 de agosto. Ahora el mes de julio es puro verano y se muere la milpa. Necesitamos agua, que no nos tapen los ríos”. 

“Solo estamos sobreviviendo”

El panorama del agua está igual en la comunidad Nueva Gomera, donde nos espera un grupo de cinco mujeres y un hombre. La comunidad nació con el traslado de varias familias de la comunidad Gomera, en Escuintla, hace unos 15 años, ya que la población había crecido y la tierra disponible no era suficiente. Víctor Chocojay, el anciano del grupo, recuerda: “Vinimos aquí para acceder a tierra, no llegamos a invadir ni a robar. Cuando llegamos había árboles y el agua estaba a 9, 10 metros de profundidad, pero ahora está a 18 a 20 metros. Cuando llegamos había agua, pero ahora los inviernos vienen muy tarde. Lo que más se da es la milpa, pero si no llueve, no sale nada. La culpa la tienen las empresas palmeras y cañeras. La deforestación y el riego de las cañeras, día y noche, nos quitan el agua, nos hacen perder nuestras siembras y nos traen enfermedades por la contaminación del ambiente. Aquí estamos pasando penas con el asunto del agua”.

Los maridos de las mujeres que están en la reunión trabajan en la caña, en diferentes turnos de entre 8 y 24 horas, algunos trabajan todo el año, pero la mayoría solo de octubre a mayo. Aprovechan la pausa para trabajar sus campos, pero si no llueve no sale nada. Lamentan que “lo que paga la caña no alcanza para sostener a la familia. Ahora había un aumento de salario de Q150 por quincena, pero también aumentaron las horas de trabajo, y como subieron los precios de las compras no sentimos el aumento”. Cuentan que no se pueden denunciar los atropellos a los derechos laborales. Los hombres que trabajan en la empresa cañera se quedan callados sobre las condiciones de trabajo porque “si denuncian se quedan sin trabajo y vamos a padecer más”. No encontrarían trabajo en otra empresa porque quedan señalados. “Por eso nuestros niños sufren desnutrición”.

Doce personas de la comunidad se organizaron para sacar adelante huertos familiares. Empezaron con el proyecto hace cuatro años cuando autoridades del sector de salud detectaron muchas niñas y niños desnutridos. Porque “subieron demasiado los precios de verduras y hierbas”. Antes iban a lavar y traer agua del río, pero ahora para poder regar, así como cocinar, lavar y beber tienen que pedir agua a un vecino que tiene un pozo suficientemente hondo. En sus huertos plantan hierba mora, chile pimiento, chile jalapeño, tomate y chipilín, entre otras. “Lo que sale de los huertos lo compartimos entre nosotras y sacamos las semillas para sembrar más. Con esto nos mantenemos más o menos”.

Don Victor comenta que hay mucha migración hacia Estados Unidos, pero por el cambio de gobierno allá, “ahora les mandan de regreso, así que se va a complicar más la situación porque aquí no hay oportunidades de trabajo. El gobierno nos ha abandonado, se olvidaron de nosotras, y así están todas las comunidades.”

“Lo que estamos pidiendo es que las empresas cumplan con su responsabilidad social, que tengan conciencia, que no vayan más profundo con sus pozos de agua y que siembren árboles para que no baje más el nivel del agua. No estamos pidiendo dinero, ni queremos nada regalado. Que tomen en cuenta a la gente alrededor y que no exploten a sus trabajadores. Solo queremos que cumplan con su responsabilidad”.

“Agua de lluvia ya no hay”

En San Juan El Húmedo nos encontramos con Verónica Díaz Caxaj que nos enseña su huerto de unos 12 por 12 metros. Allí crecen diferentes clases de frutas y verduras como caimito, banano, plátano, chipilín, tomate, frijol, yuca, camote, chile chocolate, maíz, ajonjolí, gracias a un sistema de riego por goteo con mangueras que pasa en medio de las plantas. Cada madrugada abre el chorro de un deposito donde la familia junta el agua usada para lavar platos y manos y un motorcito bombea el agua por una hora o más, dependiendo de la necesitad de las plantas. Verónica mantiene el huerto desde hace diez años y su familia, de nueve integrantes, vive de lo que sale del huerto. “Hacemos trueque con vecinas que tengan otra clase de siembra”.

Ella cuenta que la carencia de agua empezó, más o menos, en 2010. Desde entonces, la lluvia se ha ido degradando y disminuyó la capacidad de los pozos. El año pasado no llovió nada en su comunidad. No hubo cosecha de maíz. “Ahora reciclamos el agua porque agua de lluvia ya no hay. Declaramos esta área como corredor seco”. Además, nos explica que el río Samalá, que pasa a unos 2 kilómetros y medio de su terreno, ya no tiene mucha agua porque “la finca de Luis García lo ha tomado y desviado para regar su potrero, para tener su área verde y que sus animales puedan comer, quitando así el agua de la comunidad y además causando inundaciones en la carretera, vayan a verlo.”

Inundación en tierra seca

Nos trasladamos a un camino vecinal que conecta las comunidades Las Victorias y San Juan El Húmedo, hasta que encontramos la terracería inundada. Se tiene que conocer bien el lugar para saber por dónde manejar el vehículo para llegar más o menos seco al otro lado de la inundación. “Ahora está baja la inundación. En invierno, cuando además coincide con un torrencial, se vuelve peligroso el camino y mientras dura la inundación la niñez de San Juan no puede ir a la escuela que se encuentra en Las Victorias.”

Las y los vecinos de las comunidades están indignados con la actitud del finquero Luis García, de origen español, quien maneja una finca de ganado y de limones y desvía el río para su beneficio. Así impide que el río corra por su camino habitual, alimentando a los pozos y finalizando en el mar. Y también causa estas inundaciones que perjudican a las y los habitantes de las comunidades vecinas. Esto es especialmente doloroso en la época seca, cuando no tienen agua accesible para su consumo, sin embargo la encuentran desperdiciada en el camino, obstaculizando la circulación entre estas dos comunidades, particularmente para quienes se desplazan caminando.

Vecinos y vecinas han elevado sus quejas a diferentes niveles políticos, como la Gobernación, pero no les hacen caso. “Ya le hemos mandado un memorial para que deje libre el río y deje de inundar, pero no le importa. Ignora nuestras quejas. También a sus empleados les trata como le da la gana, los explota, se cree más por ser español. Ya fue demandado por incumplimiento de derechos laborales, pues no paga en consonancia con la ley, no paga el salario mínimo ni el IGSS de sus trabajadores, se aprovecha de la situación precaria de trabajo en la región. Dos personas le demandaron y ganaron, pero estas ya no encuentran trabajo en las fincas de acá. Solo vela por sus intereses, no piensa en sus trabajadores ni en sus vecinos”.

“Queremos comer algo sano”

En cada comunidad encontramos huertos familiares de extensiones diferentes. Dependiendo de la tierra disponible oscilan entre los 10-15 hasta los 50-100 m². En ellos cultivan rábano, chipilín, remolacha, repollo, tomate, acelga, hierba mora, chile pimiento y, cuando hay más agua disponible, pepino, melón y sandía, pues estos necesitan mucha agua para su crecimiento. Reselda explica que “hace cuatro años como CCR empezamos a organizar los huertos familiares en las comunidades para asegurar la alimentación de las familias y para luchar contra la desnutrición de la niñez. Así tenemos nutrición natural, plantas con muchos minerales y vitaminas. Además las abonamos con nuestro abono natural de ceniza, cal y cáscara de huevo.” Las encargadas de los huertos son las mujeres, que como son las que hacen un mayor uso del agua en el día, debido a sus labores en el hogar, “estamos más conscientes con el uso del agua y sabemos cómo reciclarla. Nos capacitamos sobre como usarla. Producimos a pesar de que los ríos, sus cuencas, ya no nos dan suficiente agua.” Las cosechas son solamente para el consumo familiar porque no se produce suficiente para poder vender, debido a la escasez de agua causada por el acaparamiento de los ríos que hacen las empresas agroindustriales.

“Estamos organizando a las mujeres y a la juventud para alzar la voz contra tanto daño y tanta violencia que nos están haciendo. Somos defensoras y creemos que tenemos el poder, a pesar de que nos han atacado, nos han discriminado, nos han querido humillar de diferentes maneras, pero hemos decidido ya no callarnos, que nuestra denuncia sea escuchada, que el Ministerio de Medio Ambiente sea consciente y ponga manos al asunto, que el gobierno vea nuestras necesidades, que vean lo que estamos pasando. No estamos pidiendo migajas, ni limosna, pedimos que se respeten y cumplan nuestros derechos, los que nos otorga la Constitución. Somos seres humanos, tenemos sangre, tenemos vida, queremos seguir teniendo aire puro, queremos sentir la lluvia, que nos caiga. Ya no la tenemos por tanta tala de arboles, están contaminando nuestro aire y nuestros ríos con tanta agroindustria, caña, palma aceitera, banano. Ya el agua no llega a donde tiene que llegar: al mar. Ya no vemos a las nubes bajando al mar para cargarse con el agua y para venir a dárnosla. Nos afecta en nuestro sistema agrícola, nuestros cultivos ya no se dan como se daban antes”.

“Estamos cansados de tanta contaminación. Queremos comer algo sano, algo producido por nosotras mismas. Cuando me siento en mi mesa y me voy a comer una hierba mora sé que es sana, que no tiene químico. Cuando hago un trueque voy a saber que estoy dando algo bueno y no dando cáncer u otras enfermedades que trae la Monsanto o la Bayer”, las empresas que venden las semillas transgénicas y los fertilizantes. “Ellos vienen y juegan con nuestra salud”.

Con motivo del Día Mundial del Agua “hacemos un llamado a la conciencia de la industria. En Champerico ya no hay agua, la Costa Sur les pide que dejen libres los ríos. El agua es vida”, y si se atenta contra el agua se está atentando contra la vida.